Cuando algo cotidiano se convierte en dramático
Ni una sola puñalada, ni un solo asesinato, tiroteo o incidente declarado de crímenes violentos en un día entero.
Esto es un notición que no se daba desde hacía 50 años. El vocero del Departamento de Policía de Nueva York, Paul Browne, recurrió a la estadística para afirmar que había sido el día más pacífico en la historia reciente de la ciudad.
Mientras escuchaba la noticia, lágrimas reales empañaban sus ojos, y a pesar que le dificultaban notablemente su visión, realizó el último corte de aquel cuerpo inerte y frío. Por un instante, fue capaz de pensar en lo curioso de la situación y lo chocante que resultaba. La ciudad donde patrullaron Serpico, el capitán Furillo o Mike Hammer, destacando un día sin delitos violentos, y él cometiendo el más atroz de los crímenes. Fue mientras intentaba secar esas lágrimas que no podía contener, y que nunca creyó posible que le pudiese afectar como había observado que le sucedía a otros. Al fin comprobó que la acción es incontrolable, por duro que uno sea. Pero, a pesar del contratiempo, siguió sin variar sus planes. Llevaba tiempo planificándolo y ya era tarde para arrepentirse; tenía un cuerpo cortado a trozos, debía continuar con los otros. Ya no había marcha atrás.
Se pasó los puños de la camisa por los ojos y se abalanzó sobre el otro cuerpo. De un golpe seco y violento, le separó la cabeza. Volvió a pensar en lo que tardarían los del CSI en resolver el tamaño de la cuchilla y la fuerza del homicida para realizar algo así, o cómo determinarían los de mentes criminales su perfil psicológico, imaginando en la forma que luego le arrancó la piel a tiras…
Entonces fue cuando se dio cuenta que si seguía con esos pensamientos, acabaría cometiendo algún error y toda la planificación se iría al garete. Sacudió la cabeza como para desprendérselos de encima y siguió adelante como tenía previsto.
Una hora después, mientras comían, su esposa le comentó que los langostinos al ajillo estaban sabrosos, pero que a la ensalada le sobraba un poco de cebolla. Joder!, con lo que me han hecho llorar, la próxima vez la hago sin.