Por Sant Jordi en Catalunya intercambiamos flores y libros
En esta fiesta tradicional, pacífica y de marcado carácter popular que se ha ido consolidando a lo largo de los años, se aúnan y exaltan unos valores tan humanos como son la cultura, el amor y el patriotismo. Tiene unas características únicas en el mundo, tal vez, porqué entre otras cosas, es un «día festivo» que los catalanes celebran trabajando.
En este día, la costumbre manda que las parejas se intercambien regalos (Sant Jordi es por excelencia el patrón de los enamorados en Cataluña y en este sentido, le roba casi todo el protagonismo a San Valentín -aunque muchos catalanes lo celebran tanto el 23 de abril, como el 14 de febrero-). Casi todas las personas que viven aquí siguen esta tradición, que consiste en que el hombre regala a la mujer una única rosa roja con una espiga de trigo y la mujer le regala a su amado un libro. Así, sus ciudades y pueblos (Barcelona destacándose inevitable y lógicamente) se convierten durante la jornada en una enorme librería-floristería al aire libre. Las calles se llenan de gente paseando entre puestos de libros y rosas, buscando el obsequio para la persona amada, pero no sólo para ella, sino también para la familia o los amigos.
Pero, ¿por qué una única rosa roja acompañada de una espiga de trigo y no cualquier otra flor? Porqué según la tradición, en este obsequio se aúnan tres características: una única flor, que simboliza la exclusividad del amor por parte del enamorado, el color rojo de la rosa, que simboliza la pasión y la espiga de trigo, que simboliza la fecundidad.
A esta tradición centenaria, se le suma el hecho de que en 1995, la UNESCO declaró también el 23 de abril Día Mundial del libro; de ahí que la mujer regala un libro, y no porqué signifique «un único libro, que simbolice exclusivamente falto de cultura, etc. etc. etc…»
La leyenda de san Jorge y el dragón
Según la tradición popular, San Jorge era un militar romano nacido en el siglo III en la Capadocia (Turquía). El santo, que servía bajo las órdenes del emperador Diocleciano, se negó a ejecutar un edicto del emperador que le obligaba a perseguir a los cristianos y por esta razón fue martirizado y decapitado por sus coetáneos. Muy pronto se empezó a venerar como santo en la zona oriental del Imperio Romano y enseguida aparecieron historias fantásticas ligadas a su figura.
La gesta de san Jorge y el dragón se hizo popular en toda Europa hacia el siglo IX bajo el nombre de «Leyenda áurea» y fue recogida por el arzobispo de Génova, Iacopo da Varazze, más conocido como Iacobus de Voragine, en 1264, en el libro ‘Legenda sanctorum’. En esta versión, sin embargo, la acción transcurría en Libia.
La versión de la leyenda más popular en Cataluña explica que en Montblanc (Conca de Barberà) vivía un dragón terrible que causaba estragos entre la población y el ganado. Para apaciguarlo, se sacrificaba al monstruo una persona escogida por sorteo. Un día la suerte señaló a la hija del rey, que habría muerto de no ser por la aparición de un bello caballero con armadura que se enfrentó al dragón y lo mató. La tradición añade que de la sangre derramada nació un rosal de flores rojas.
La leyenda de Sant Jordi y el dragón es común a casi toda Europa, y muchos países como Inglaterra, Portugal o Grecia, la han cogido como suya.
En Catalunya, es en la población de Montblanc donde arraigó con más fuerza y hoy en día se celebra la Setmana Medieval de Montblanc. En ella, junto a otros actos, se representa cómo el santo mató al dragón que tenía tiranizada la capital de la Conca de Barberà. En las antiguas murallas de la ciudad todavía hay un portal conocido como Portal de Sant Jordi, por donde se dice que salió el caballero después de matar a la bestia.
Sant Jordi, además, marca el comienzo de la primavera (ya comenzada hace días); por eso es buen momento para salir a la calle a pasear y disfrutar del buen tiempo (normalmente lo hace). La venta de libros y rosas, además del negocio y la reivindicación cultural, se convierte en una celebración en la que se entremezclan sardanas, castells, exposiciones y otros actos, que hacen que la fiesta sea más fiesta que nunca.