Quién no quisiera tener más de 7.000 años para pagar sus deudas?
Cuando por fin nos parece que es el momento, al firmar, sabemos que nos hipotecamos para el resto de nuestra vida. Ilusionados por «tener» techo propio, hacemos de albañiles, pintores, carpinteros, cristaleros y nos rompemos la espalda arrancando hierbajos del jardin. Nos sobra energía y desbordamos entusiasmo para convertirlo en nuesto Home Sweet Home. Durante