Acabadas las fiestas hay que volver a la realidad
Algunos niños aún disfrutarán de los regalos que sus majestades los Reyes Magos les habrán traído; dando muestras una vez de sus inconmensurables recursos para un nuevo derroche de ingenio y malabares con cierto grado de riesgos y desafío a las consecuencias… El resto, la mayoría de terrestres, vuelve a la pura y dura realidad.
Es lo que se acostumbra a decir «volver a la normalidad». La que aparcamos unos días para poder disfrutar de otras típicas fiestas navideñas, y a la que típicamente no podemos desterrar más allá de lo imprescindible, cuando lo imprescindible sería precisamente poder hacerlo…
Los servicios de limpieza se afanan (con apatía) a eliminar los últimos vestigios de las cabalgatas, para seguir mañana con la porquería de cada día. Los operarios van quitando con esmero (y desinterés) los adornos navideños con que los Ayuntamientos y los comerciantes intentan llamar la atención para el consumo, más que por el extricto sentido festivo. Este año (cómo no), han sido de los más austeros y apagados, cuando su función busca todo lo contrario.
En los hogares se empiezan a desmontar los arbolitos, guardando las luces y los adornos como un tesoro delicado, pensando que el próximo año habrá que volver a usarlos; no ya por lo que han costado, sino porque se vuelve a pensar en esa realidad a la que mientras tanto se vuelve, en la que el reciclado es más imperativo que nunca.
Mañana vuelven al trabajo los que tuvieron la suerte de pasar las fiestas disfrutando de vacaciones. Los niños vuelven al colegio protestando como siempre porque apenas tienen tiempo de disfrutar de sus regalos. Algunos Reyes Magos disgustados porque apenas han disfrutado viéndolos hacerlo, después de pasar más tiempo en prepararlos…
Los terrestres en general (y los soldados rasos en particular), vuelven a enfrentarse a la batalla diaria, la que les dio una breve tregua por Navidad…
Ahora, en el horizonte inmediato que ya se alcanza estirando los brazos, lo que debe superarse es la llamada «cuesta de Enero«, que es el despertar inmediato de ese sueño efímero que son las fiestas navideñas. Y es un escollo tan difícil de gestionar cuando coincide con las rebajas…
Pero bueno, el nuevo año todavía está en pañales, ni siquiera hizo su primera caquita, así que el reset obligado no ha de llevarnos a depresiones ni malos augurios. La realidad es la que és y realmente es real, no como las navidades, que apenas son una ilusión y por eso nos cuesta tanto verla desaparecer tan rapidamente.
Hay que seguir. Luchar y procurar estar para cuando regrese; apenas tarda en hacerlo cuatro noches mal contadas. Lo malo son los 365 días que están en medio…