Los peligros virtuales son muy reales y poco sociales
Este caso no es el único de una adolescente que decide poner fin a su vida tras sufrir el acoso que empieza virtualmente y luego pasa a ser real.
Un joven francés de 18 años, llamado Ghautier, se suicidó el mismo día que Amanda Todd; después de que una persona lo amenazara en Internet con publicar un vídeo de él en el que aparecía desnudo, dejando un relato donde explicaba sus motivos muy parecidos a los de Amanda. Como en el caso anterior, los padres también acudieron a la policía en Brest urgiendo a que se identifique a la persona que le exigía a su hijo 200 euros a cambio de no poner a circular las imágenes. Dicen que se habían relacionado en Chatroulette, un sitio que conecta webcams de los usuarios al azar…
Un tercer caso, del pasado mes de octubre, fue el de Felicia García, otra niña de 15 años, de Nueva York. Sufrió acoso en torno a un vídeo de carácter sexual obtenido sin su consentimiento. Su último tuit, antes de arrojarse a las vías del tren, decía: “No puedo, se acabó, me rindo”. La policía investiga a varios compañeros del Tottenville High School por su responsabilidad…
Estos dramáticos hechos sucedieron el mes pasado, un dantesco mes de octubre que valió para llamarle Otoño Negro. Entonces, los titulares sobre el primero, hacían referencia sobre la conmoción que había causado en el mundo entero… pero el mundo no se detiene, y las conmociones se desvanecen con su movimiento.
Hoy, apenas un mes después de eso (esos cuatro días mal contados), volvemos a estremecernos con un suceso similar. Esta vez es el de un joven holandés, Tim Ribberink, de 20 años víctima de acoso a través de Internet, que reaviva el debate sobre el uso de las redes sociales en el país. Y es que allí, la policía ha dicho que no puede investigar el asunto en nombre de los padres. Solo hubiera servido la denuncia del afectado directo…
Los suicidios son muertes «conmovedoras» sí, pero como todas las muertes lejanas, se olvidan rápidamente. Hasta que no nos salpica de lleno, no lo consideramos como algo que nos pueda pasar y dejamos que las redes sociales sigan su curso, sin preocuparnos más allá de ese instante, el suficiente para decir «Dios mío, qué drama… pobre familia…»
Cuesta mucho entender cómo es posible que no se ponga control a esto, sabiendo el control que todo esto tiene. Es un hecho incontestable que la vida de un ser humano «vale su peso en oro», siempre que tenga tanto oro como su peso…
Sólo cuando los valores económicos se vean amenazados por cualquier actividad en la red (caso Megaupload, por ejemplo), las autoridades se ponen manos a la obra, y los países colaboran entre ellos en búsqueda de los medios que les permita salvar cualquier barrera o traba jurídica, para dar caza al infractor.
Sobre el «bullying» en las redes sociales, parece que la ley no permite la intervención necesaria para proteger a las víctimas. Después nos dicen que eso de que «La ley sólo protege a los ricos y poderosos» es una falacia o pensamiento desacertado…