Los políticos los toros y la incultura
Cada día que pasa, el rechazo y la repulsa a los políticos adquiere tintes cada vez más oscuros. Ellos siguen haciendo la suya, deshaciendo las nuestras, y parece que dieran por hecho que nuestra paciencia no tiene límites y que todo queda en protestas más o menos enérgicas pero poca cosa más. ¿Parece?
Los políticos del gobierno (y sus colegas opositores) tienen tan pocos problemas por resolver, que dedican tiempo y esfuerzo en tramitar la Iniciativa Legislativa Popular para que la fiesta taurina se convierta en Bien de interés Cultural… que viva Espanya.
El artículo Wert, los toros y la incultura, que la Doctora en Filología Coral Bravo publicó el pasado 13 de Diciembre, dice lo siguiente:
Hace escasos días el ministro de Educación, Incultura (perdón, cultura) y Deportes despertó una acalorada polémica mediática cuando utilizó un símil taurino para describir la actitud que le inspiran las enconadas críticas que está recibiendo su gestión. Todos escuchamos en la calle, o leímos en la prensa, la frase que profirió, comparándose con el malhadado bovino “Soy como un toro bravo; me crezco ante el castigo”.
No creo que fuera muy acertada tal comparación, teniendo en cuenta que el toro bravo no se crece ante el dolor, simplemente sufre y se defiende ante el disparate de soberbia, tortura y crueldad de lo que algunos llaman “la fiesta nacional”. En cualquier caso, las palabras de Wert sí fueron muy afinadas en un aspecto muy concreto, en ese aspecto que deja al descubierto la profunda afinidad de la derecha española con tradiciones crueles heredadas de la España más negra, su adhesión incondicional al desprecio a la vida animal, y su insensibilidad ante el dolor ajeno.
No es nada nuevo; no hay más que retroceder unas pocas décadas, a la España franquista, para comprobar que tal afinidad es tan profunda que las corridas de toros fueron convertidas, en la dictadura y con el beneplácito de los que controlaban la férrea y tirana moral de la sacrosanta cruzada, en el santo y seña del despiadado y macabro asueto nacional. En palabras más livianas, para que quede bien claro, derecha y tortura son dos conceptos íntimamente relacionados; aunque en esta relación, yo diría simbiótica, los animales, probablemente sólo por su indefensión, son los seres vivos más perjudicados; aunque le seguimos a la zaga también otros seres vivos, los humanos. De hecho, la primera Organización española de Defensa de los Derechos de los Animales (ADDA) fue fundada, precisamente, en 1976, ya bien entrada la democracia. Con la derecha franquista en el poder, hubiera sido impensable.
Pero no quiero centrar esta pequeña reflexión en la cuestión ideológica ni política, que bastante maltrechas están ya, a costa de este respecto, nuestras neuronas. Mi interés es el de contribuir, aprovechando la frase taurina del ministro, a defender el trato digno y respetuoso hacia la especie animal, y a difundir, aunque sea mínimamente, la necesidad imperiosa de respetar y preservar la naturaleza y toda su biodiversidad. Algo que, según las evidencias, la derecha, por supuesto, no entiende.
Los animales son seres sintientes. La anatomía de su dolor, tanto físico como emocional, ante el maltrato y el sufrimiento es prácticamente idéntica a la anatomía del dolor humano. Negar o ignorar esta evidencia es propia de zotes o de malvados; o síntoma de estar muy adoctrinados en los idearios que propugnan al hombre como “rey de la creación”, y a los animales y la natura como meros objetos a su servicio. Me refiero a la tradición judeocristiana, en cuya doctrina antropocéntrica subyace la raíz del tradicional desprecio animal en Occidente desde hace veinte siglos.
Afortunadamente, cada día son más las personas sensibles y de ética profunda que defienden la vida animal y rechazan todo acto de barbarie o crueldad; en América Latina están siendo día a día más mayoritarios los movimientos sociales contra el maltrato animal en general y contra las corridas de toros, herencia de la invasión española, en particular. Países como Colombia, México, Argentina, Uruguay, Perú, entre otros, llevan años luchando por la abolición de la fiesta macabra con bandera de identidad española. En México el 80% de la población se declara contraria a este espectáculo cruel, y en muchas ciudades el festejo taurino ha sido ya abolido, dedicándose las plazas a actos culturales y sociales. En España, sin embargo, el PP retransmite la tortura en las televisiones públicas y en horario infantil, las califica como “bien de interés cultural”, cuando la tortura nunca jamás es cultura, y además amplía la multimillonaria subvención pública que recibe anualmente el negocio de los toros a casi 600 millones de euros. ¿Cuántas familias españolas en estado extremo de pobreza podrían salir adelante con ese dinero? Pregunto, sólo pregunto.
La evolución ética de las sociedades requiere de una nueva mentalidad que contemple el respeto a todos los seres que viven; y requiere de una nueva cultura menos inculta, más respetuosa, más natural y solidaria. Es un imposible considerar los derechos humanos ignorando la dignidad de esos otros seres de los que tanto nos beneficiamos, y que, sin tener inteligencia racional, tienen mucho más corazón y sentimientos que muchas personas. Defender la dignidad animal es defender la dignidad humana, porque, como dijo el abogado y filántropo norteamericano Georges T. Angell, “…cuando me preguntan por qué invierto tanto tiempo y dinero en defender a los animales, habiendo tantos humanos que sufren, respondo: porque estoy trabajando en las raíces.” Pero me temo que, mientras esté la derecha en el poder, en España la tortura seguirá siendo subvencionada, aplaudida e institucionalizada.
Y es que esto de que Los toros serán un Bien de Interés Cultural es tan lamentable como triste y patético. No es de extrañar que La prensa extranjera cree que declarar de interés cultural los toros “agudizará tensiones” en España ya que es un hecho innegable que fue Presentada con motivo de la prohibición de las corridas en Cataluña en 2012.
Cada día que pasa, nos vamos a la cama (quienes aún podemos) con la enorme necesidad de cerrar los ojos y luchar por conciliar el sueño, para pasar unas horas alejados de esta miserable realidad; dando rienda suelta a nuestra rabia contenida, y podamos aniquilar a cuanto político inservible y maligno se nos cruce por delante y no nos deje dormir tranquilos…
Pero cada día que pasa, comprobamos que al no ser políticos el mal nos corroe y apenas nos deja dormir. Que al no saber de toros nos resulta imposible agarrar las cosas por sus cuernos. Y que siendo tan incultos no sabemos ni soñar.