Viajando en el tiempo para atrapar a Jack «el Destripador»
El matemático uruguayo Eduardo Cuitiño, es el autor del ensayo «Viajando en el tiempo para atrapar a Jack «el Destripador», de reciente publicación en la red; uniéndose a la larga lista de investigadores que aseguran haber dado con la verdadera identidad de Jack «el Destripador»; cosa que después de más de un siglo, ni la mismísima Scotland Yard pudo hacerlo. Mucho silbato, mucho bombín pero no tienen ni idea.
Este estudioso se esmeró dos años en realizar un «análisis geográfico de los hechos» y «unas simulaciones con ordenador», aprovechando la vasta información oficial que es posible conseguir a través de internet… Hombre!, eso es jugar con ventaja: ordenadores y Google ¡si Scotland Yard no tenía ni libretas de apuntes y la gente no soltaba palabra de la ignorancia que había!
Este despiadado asesino que atemorizó a la capital británica a finales del siglo XIX, rondaba los 36 años, la edad «de máxima operatividad de un psicópata», y tenía un coeficiente intelectual superior a la media, también como ese tipo de criminales… por eso hay tan pocos asesinos despiadados, menos mal…
Recordando la vieja hipótesis de que Jack era un cirujano, dice que Appleford lo era; que trabajaba en el London Hospital de Whitechapel, que era originario de Coggeshall (Essex), un pueblecito cuyos habitantes tienen fama de estúpidos, lo que podría haberle causado una fobia social… los pueblos que conozco entonces, deben estar causando fobias a diestro y siniestro…
Era «soltero, nunca tuvo hijos, y vivía hacinado en una casa con sus hermanas», aunque luego se casó. Tenía una gran fortaleza física porque en la universidad compitió en remo y natación… Joder con el Cuitiño, y pesas ¿no hacía?
Dice que comenzó a desarrollar sus prácticas criminales tras la muerte de su madre, a la que estaba muy apegado. Que «era zurdo, como el asesino, que cortaba las gargantas de derecha a izquierda». A esa conclusión llegó analizando la caligrafía del médico, inclinada de izquierda a derecha, a partir de la digitalización de una hoja del censo londinense suscrita por él mismo a principios del siglo XX. La similitud entre esta escritura y la de un informe médico realizado por Appleford, fue cotejada por un grafólogo de la policía uruguaya… otro departamento que entonces ni existía…
El apellido del cirujano se escribe con dos «p» como «ripper» (destripador) y en 1895 el médico publicó un artículo en el «British Medical Journal2 sobre un pequeño estuche de bolsillo para llevar bisturís como el que podría haber usado el asesino para no ser descubierto, una forma de burlarse de la policía, según cree Cuitiño… ahora no recuerdo cual, pero yo ví una peli con argumento similar…
Este profesor de matemáticas nunca ha pisado Londres, así que con el apoyo del Google Maps (antes lo había intentado con Apple pero fue un fiasco) pudo elaborar una tesis geométrica y probabilística en torno al vínculo de Appleford con los crímenes, especialmente los dos cometidos la noche del 30 de septiembre de 1888. Dice que murió un 31 de agosto (la misma fecha del primer crimen) de 1940 a la nada casual edad de 88 años (como el año de esas muertes). «Probablemente se suicidó, riéndose de Inglaterra y de los ingleses hasta en el último instante de su vida»…
Probablemente.
He de leer el ensayo completo. De momento tengo los casi 80 centavos de euros que cuesta la publicación, sólo me falta el Kindle…
A ver si da para una saga de «El silencio de las cabras» o al menos para un capítulo de «Numbers». O mejor aún, para que pidan ayuda a este Sherlock Holmes uruguayo, ante destripadores por descubrir. Sus conocimientos de las matemáticas, el uso de ordenadores y las herramientas de internet, pueden cerrar más de un caso.
Me imagino la rabia que deben sentir en estos momentos los vecinos argentinos…